Canaguá, no es solo un pueblo apartado de la ciudad, Canaguá es la esencia de nuestra vida, de nuestros recuerdos y las vivencias mas atesoradas de nuestra infancia, Canaguá es sinónimo de paz, fraternidad, emoción y amistad, sus calles apacibles cuando jugábamos al futbol, ladrón librado, la lleva entre muchos juegos más, calles con poco transito sin riesgo alguno donde podíamos ver a don Venancio Roa sentado en su silla de madera frente a su casa, a don Juan Eugenio Mora en la esquina con don Petronio Mora, don Víctor Parra y muchos más que se reunían por las noches a conversar y donde uno se hacía parte de esas reuniones para escuchar a los más viejos que con sus sabios consejos ayudaron a nuestros padres en nuestra formación moral.
Los paseos familiares por el rio que nos tornaban en un ambiente extraordinariamente feliz, la sinfonía formada por el sonido del rio, los pájaros, el viento paseándose suavemente entre los árboles y la brisa fresca, hacían el coctel más sutil para hacernos sentir de verdad en nuestro hogar, donde también podíamos ver en la vega de la isla a Doña Melania y Don Melitón Molina paseando en las tardes veraniegas de nuestro pueblo.
Que imágenes llegan a nuestra memoria al recordar la antigua plaza Bolívar con sus enormes palmeras, donde se presentaban actos culturales y obras de teatro maravillosas, contemplando el histórico reloj de la torre dando sus nostálgicas campanadas de manera fiel a cada hora, campanadas que ansiosamente todo el pueblo reunido en la plaza mirando la torre esperaba la media noche, antesala de un nuevo año lleno de expectativas, abrazos de feliz año que todos compartían unidos como familias, unidos como un pueblo construido con tanto sacrificio por aquellos heroicos hombres y mujeres que pasaron tantas necesidades y angustias por nosotros.
Por: Carlos Márquez
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