sábado, 31 de enero de 2009

JESUS VISITA LA PARROQUIA MUCUTUY

En diciembre estuve en mucutuy y comparti con la gente de la radio. Aqui les dejo 2 videos de mi viaje y pronto subire mas. saludos y viajen a mucutuy.

VIAJE A MUCUTUY - PRIMERA PARTE
http://es.youtube.com/watch?v=ww4PV4IPc8k
VIAJE A MUCUTUY - SEGUNDA PARTE
http://es.youtube.com/watch?v=TbbSfkuwMqI

Presentado en Canaguá. Libro “Por los Caminos del Sur”

Pbro. Edduar Molina Escalona


El día martes 21 de Octubre de 2008, las instalaciones del Liceo “Neptalí Noguera Mora” de Canaguá, sirvieron de escenario para la presentación del libro “Por los Caminos del Sur”, cuyo autoría es del Pbro Edduar Molina Escalona, Cronista Oficial de este Municipio Arzobispo Chacón.
El libro que presenta el cronista constituye una interesante recopilación de sus escritos publicados cada domingo en la homónima página de este diario “Pico Bolívar”. En sus seis capítulos nos da un recorrido por cada pueblito sureño, permitiéndonos conocer sus personajes, tradiciones y costumbres, sus hechos más relevantes, así como una mirada futurista de su potencial y desarrollo para nuestra Mérida Preciosa.
El acto contó con las palabras de presentación a cargo del profesor Orlando Chacón, hasta hace poco, director de Cultura y Extensión de la ULA, quien auspicio su publicación, así como de la colaboración de los Talleres gráficos Universitarios.
Al acto asistieron los jóvenes estudiantes del Liceo, profesores, personal, las autoridades municipales y la Comunidad en general.
Que la lectura de este interesante libro, nos ayude a valorar y apreciar las bellezas y encantos de los mágicos pueblos del sur de Mérida.


Cronista Oficial del Municipio Arzobispo Chacón

Una rosa sureña en el Paraíso

Ramón Sosa Pérez*

“Dame, oh Señor, por norma el camino de tus justísimos mandamientos e iré siempre por el”. Salmos: 118, 33.
Este epígrafe, tomado del Sagrado Libro, acaso sea la confesión más cercana sobre la personalidad de doña Ana Rosa Díaz Mora, a quien El Padre Eterno acaba de convocar a su Seno. De seguro que, reflexiva como estaba durante las semanas precedentes, este Cántico Divino interpretaría el petitorio que ella misma hubiera formulado al Altísimo y es que con su Partida a la Morada Eterna, no hay duda que está en el Edén que El Padre reserva a quienes guardan Su Palabra.
Doña Ana Rosa, como gustaba que la nombraran, está ahora en el Vergel predilecto que de niña cultivó en la acendrada fe inculcada por sus padres, don Jesús Díaz y doña Hermelinda Mora, en la sureña aldea Río Arriba, en Canaguà, donde había nacido el 28 de octubre del año 1910.
El regazo materno acrisoló en usanza cristiana una especial devoción mariana que en la niña recién nacida tomó el nombre de Ana; expresión de origen hebreo que traduce “aquella que favorece, es misericordiosa, compasiva”. No erraron los padres al elegir llamarla así, ratificando una característica que le acompañó, por causalidad y no por casualidad.
Desde la religiosidad hogareña, aprendida de infanta apenas, mantuvo laudable simpatía por aquella doncella de Nazareth, de nombre Ana, desposada con Joaquín y luego madre de la Virgen María, al igual que su elevación a los altares como Patrona de Hannover y de Hildesheim, protectora de navegantes, joyeros y ebanistas. Se recreaba en esas páginas escuchadas a sacerdotes en homilías del 26 de julio, fiesta de Santa Ana.
Diez hermanos conformaron el hogar paterno en el idílico paraje surandino, que guardó imborrables estampas de una niñez ataviada de cálidas expresiones en cuantía moral, valores y trabajo. Doña Ana Rosa atesoró una sapiencia habitual en su original tratamiento y saludo, pleno de decoro y señorío; entregado con bondad inigualada. Su palabra, serenada y calma, era ocasión para la cavilación de mejores propósitos.
Como reza el Libro del Éxodo, su familia debió partir a tierras más pródigas. Un buen día, como solía recordar doña Ana Rosa, la vieja estirpe de los Díaz Mora, salió de Canaguá hacia la tierra de nuevo destino. Aricagua, paraíso floreciente de orquídeas y áurea posesión de gran crédito, los recibió con los brazos tendidos en amistad fraterna. He allí, en curioso aserto bíblico, el hallazgo de una Tierra Prometida para el linaje canagüense.
Ante el Altar del Santo Cristo de Aricagua, a las 4 de la tarde del día 22 de septiembre del año 1936, en el pasado siglo, Ana Rosa Díaz Mora y Teófilo Sosa Saavedra, contrajeron matrimonio. Los esposos Velásquez, Rafael y Antonia, hicieron de padrinos en la boda religiosa. Los consortes eran paisanos del sur. Ella, de Canaguá y el esposo, nativo de Mucutuy, con raíces en la aldea San Pedro de Acequias.
Si alguien nos pidiera definir su paso por este mundo, diríamos que doña Ana Rosa fue toda bondad. Compartir era para ella, privilegiada ocasión cristiana de dar, antes que de recibir. No hubo larguezas pero jamás sucumbió en su empeño por dar la mano al desvalido, pan al hambriento y abrigo al necesitado
Que la mano izquierda no sepa lo que da la derecha, repetía sin cesar, parafraseando el precepto del Libro Santo. Asistía con regularidad a la misa dominical, con preferencia por la celebración de las 8 de la mañana, para dar tiempo a la atención de la “gentecita que viene de lejos” y obsequiarles un oportuno café, un puntalito o invitarlos a una mesa frugal pero solidaria.
Allí, en su añorada Aricagua, doña Ana Rosa no conoció tregua en el obsequio a quien debía. Jamás tuvo malicias ni reparo para ayudar al menesteroso. Al contrario, su mano estuvo plena de gozo por ayudar siempre, sin advertir siquiera a quien iba su sempiterno don de caridad. Humana sin límites, buena hasta la misericordia, indulgente con todos, su trato familiar tenía la estampilla del respeto.
De sus labios jamás salió una palabra que lastimara porque su corazón de bondad fue esquivo al agravio. Doña Ana Rosa ganó simpatías por la sabiduría de sus consejos y por el don heroico del perdón. Con temple de superior destino llevó su apostolado matrimonial y con su consorte, don Teófilo, hizo hogar de ejemplo cristiano.
Abrazada a su iglesia, profesó amor a los suyos para quienes sólo tuvo ternura de madre. Si la naturaleza le negó la gracia de concebir, fue regazo materno y cobijo de tantos hijos, que sin serlos suyos vitalmente, lo fueron de alma, porque a ellos se consagró por siempre. Rafael, Daría, Albertina, Lucrecia, Josefa y Benilde advirtieron sus desvelos y cariño ilimitado.
Su mano doliente supo llegar al más recóndito lugar donde su piedad le persuadía que alguien sufría. Sólo los santos podrán alcanzar su legado de indulgencia. Así era doña Ana Rosa Díaz de Sosa; sencilla, humilde y noble. Su premio ha de ser, sin duda, la compañía celestial. El Gozo Eterno es su laurel desde que se despidió de su colonia sureña, en los días últimos del año 2008.
*Cronista del Municipio Aricagua
ramonsosaperez@yahoo.es

De Médico de pueblo a Gobernador de Estado

Pbro. Edduar Molina Escalona
Aquel muchacho recién graduado de médico tuvo entre sus primeros destinos el encantador pueblito de Chacantá, sembrado en la virginal montaña surmerideña en donde el tiempo pareciera haberse detenido, con sus paisajes primaverales, sus viejas calles testigas mudas de fiestas pueblerinas, apartados de todo acento modernista pero siempre adelantados a la sonrisa a flor de labios junto a unas manos abiertas de generosidad con todo visitante. Quizás a su llegada, su mente volaría a su inolvidable Humocaro Alto, donde transcurrió su infancia en un escenario tan semejante, que pudo dar reposo a su gran reto en medio de tanta lejanía. Su voluntad inquebrantable, su ilusión de servir, de dar un poco de lo que había aprendido, su peculiar sencillez y capacidad de hacer suyas las alegrías, esperanzas, tristezas y calamidades de sus pacientes, le dieron el título del “dotorcito buena gente”. Lo vimos a pie, o a caballo, bajo el sol o el fuerte aguacero, llevando consuelo y salud a quien se lo solicitara. En mis recuerdos de niño está la visita que aquel joven médico nos hacía a los escueleros, en la aldea Mucurandá donde mi madre-maestra lo recibía para las vacunas, la revisión y las charlas preventivas en bien de todos. Muchas de las vivencias de este novel de la medicina fueron las de un sureño más: la cotidianidad del campo que lleva a la contemplación de lo más profundo: la grandeza del alma; el hacerse uno con las necesidades y anhelos de su comunidad, el lograr entender que el sacerdote, el médico y el maestro son las primeras autoridades de estos pueblos, no por el título sino por la autoridad moral con la que enseñan. Así este médico se hizo uno más. En su alma muchas veces sintió la angustia por mejorar la atención integral de cada uno de estos pobres del Señor. El tiempo transcurrió y el muchacho “dotorcito de Chacantá”, continuó el camino del servicio y de lucha social, ahora con una encomienda más grave: dirigir los destinos del estado Mérida, hacer realidad el sueño del Libertador: “dar la mayor suma de felicidad posible”. Fiado en la voluntad de Dios emprende un gran reto: unir a todas los sectores en la infatigable tarea de seguir construyendo la Mérida preciosa, sin excluir a nadie, aprovechando el talento y las grandes potencialidades de un estado privilegiado por la mano del Creador.Cuenta con dos grandes fortalezas: La Iglesia, “madre y maestra de la Sierra”, semillero de los más preciados valores de fe y tradición; forjadora de comunidades de participación y comunión. Junto a la ilustre Universidad de los Andes, orgullo de profesionalismo y aquilatada trayectoria en la formación de generaciones de alta calidad y competencia en todos los campos de la sociedad. Seguros estamos que sabrá aprovechar estas manos amigas y abiertas al trabajo innovador para hacer más fecunda su misión.Los pueblos del sur, apartados de las grandes metrópolis, pero cercanos al corazón de su nuevo gobernador, sueñan y ponen sus esperanzas en esta nueva administración, las necesidades son apremiantes, las vías en deplorable abandono, se convierten en obstáculo primario para hacer llegar el desarrollo integral en el campo agrícola, pecuario, turístico, económico, social y cultural. En su primera visita al lar sureño, fue recibido por la natural cortesía y aprecio serranero. Llegó muy temprano al pueblo de Canaguá el día de los santos inocentes, para participar de la toma de posesión del alcalde reelecto, Carlos Andrés Chacón Mora. En sus palabras hubo compromiso, cercanía, valoración y visión de futuro con el sur de Mérida.Luego en Chacantá fue recibido por los que un día fueron sus pacientes, la alegría y algazara se confundían con aplausos y repiques de campanas, el reventar de la pólvora y las palabras de la reina de la feria, colmaron el corazón del mandatario que con notables muestras de emoción y entusiasmo agradeciendo mucho a su inolvidable pueblo. El acto central fue sin duda la santa misa en honor al Divino Niño patrono de Chacantá, en el marco del primer encuentro de los hijos de esta parroquia “capital cultural del Municipio”, en medio de la celebración el ilustre Consejo Municipal honró la honra de su visitante distinguiéndole como “hijo adoptivo de Chacantá”, merecimiento a sus años de servicio y entrega en estas apartadas montañas. En la impostergable lucha de consolidar el progreso sureño, estamos convencidos de la preocupación del Dr. Marcos Díaz Orellana, por esta tierra de la esperanza, sus años de convivencia entre nosotros sirvieron para vivir de cerca nuestros clamores y necesidades, nuestros sueños y sobre todos nuestras grandes potencialidades. Imploramos a nuestros patrones protectores el venerable Cristo de Aricagua, la Madre del Carmen y Santa Bárbara, le iluminen y acompañen en la ardua tarea de hacer florecer en los pueblos del sur el sueño de muchos años: mejoramiento de vialidad, dotación de nuevas tecnologías, calidad en su infraestructura, pero sobre todo el desarrollo educativo y cultural de los sureños, con escuelas técnicas que posibiliten a las nuevas generaciones asumir las riendas de nuestras comunidades.

* Cronista Oficial del Municipio Arzobispo Chacón.
cronistacanagua@hotmail.com

De Encuentro y Feria Chacantá

Pbro. Edduar Molina Escalona
Encantador pueblecito del sur: Chacantá, nombre que significa “sonido fuerte de expresión aborigen”, su raza mezcla de los bravíos Caribes. Los aguerridos Giros, unidos a la raza anglosajón- europea; lo que configuró una raza indomable que supo mantener sus raigambres culturales y su profunda vida natural en unión a su amada naturaleza.Chacantá, “Capital cultural de Arzobispo Chacón”, se vistió de sus mejores galas para recibir a gran parte de sus hijos, en un llamado “Primer Encuentro”, o mejor dicho “volver de nuevo a la casa de todos”, gracias a la iniciativa de un gran equipo de dinámicos y emprendedores chacanteros, tanto los residentes como los lejanos, pero siempre unidos en un solo sentimiento, la grandeza y el orgullo de su gentilicio de trabajo, unión y fe. La programación tuvo sus debilidades y fortalezas, como toda primera experiencia, pero resaltó lo mejor: la alegría y fraternidad sureña, notas propias que se expresaron entre abrazos de los que llegaban y los viejos del pueblo, tertulias en las esquinas de las calles y en las bancas de la plaza, añoranzas de los que ya partieron a la eternidad y nostalgia de los que ayer nos hicieron la vida más agradable. El amanecer serranero, donde el rocío cubre como baño de agua bendita el virginal paisaje, adornado por los humeantes fogones de cafecito recién colado, es acompañado por el reventar de la pólvora y el alegre repique de las campanas, que anuncian: hay fiesta en Chacantá. Pronto el campesino que ordeña la vaca, y la matrona que atiende el hogar, dejan todo listo para bajarse o subir al pueblito para la fiesta del Santo Niño, intercesor poderoso, por los meritos de su divina infancia todos le piden, le ruegan, ofrecen promesas y hasta mejoran su conducta, dejando de “tomar el michito” por el favor concedido. Le siguieron las actividades deportivas organizadas por la entusiasta juventud, los desfiles de carrozas donde resalta la creatividad y el esmero de sus patrocinantes. Dos actividades culturales dieron brillo a las festividades: la noche típica y el reinado con sus siete hermosas candidatas, las cuales supieron derrocharon el talento, la belleza y el valor de nuestra surmeriñidad. Nuestra felicitación a todas estas representantes de la genuina belleza sureña, por dar a conocer la preciosa merideña. La Ilustre Cámara Municipal no se hizo quedar atrás, honrado a sus parroquianos con la distinción de “Ilustres Visitantes”, como muestra de gratitud y aprecio por el tesón y ejemplo de estos paisanos que han sabido llevar muy en alto el nombre de Chacantá. Nuestra felicitación a todos y cada uno de los que se preocuparon por presentar lo mejor de esta tierra de gracia, pero sobre todo por cuidar de que se sigan manteniendo nuestras sanas costumbres y tradiciones, por valorar nuestra auténtica música campesina y venezolana. Los estragos del seudo-modernismo han calado hasta estas lejanías, lamentablemente por muchos de los que se dicen sureños, que en vez de apreciar lo nuestro, fomentan lo que es totalmente extraño y ajeno a nuestra cotidianidad y celebraciones de pueblo, cundiendo en los más jóvenes la transculturización que desdibuja nuestra esencia y pierde nuestra identidad de comunidades aferradas a su fe, su música, sus bailes y toda la riqueza de su cultura. Un llamado de conciencia a todos mis paisanos, no olvidemos que nuestro terruño surmerideño es el privilegio más grande que nos dio el Creador, allí nos formaron en los más caros valores, de humildad, responsabilidad, respeto, trabajo y comunión de vida, sintiéndonos siempre hermanos, con los brazos abiertos en la fraternidad cristiana. Que este primer encuentro sirva pues para fortalecer e impulsar el gran compromiso: revivir la civilización del amor. Felicitaciones a mis paisanos chacanteros.

* Cronista Oficial del Municipio Arzobispo Chacón.
cronistacanagua@hotmail.com

Un grito de Libertad en Mucuchachí

Pbro. Edduar Molina Escalona
Año de 1813. Los caminos indomables de la lejana serranía traen la gran noticia de libertad. Las cinco águilas de Don Tulio emprenden su más alto vuelo por los vientos libertarios de la majestuosa sierra, dejando en su canto el elogio más sublime con el titulo: “Libertador”, es el paso de Bolívar, que junto a una multitud de Quijotes se dispone a visitar la Ciudad cimentada en lo alto del monte. Campaña Admirable de coraje, de sacrificio, de lucha inquebrantable por dejar sembrado en la más alta de las urbes de la Patria un sueño de igualdad, de justicia y hermandad. Pero más allá de la Mérida serrana, enclavado en medio de imponentes montañas y bañado por su río, con sus aires de llano, se asienta el histórico Mucuchachí. Su nombre ya nos habla de pueblo de indios, pues para el 4 de septiembre de 1597, se conocía como parte del Valle de Mukaria, o doctrina de la tierra de las orquídeas Aricagua. Con su paisaje agreste preservó como sagradas reliquias los vestigios de su indígenas mucuchaches, lejos de todo contagio de la influencia civil española. La crónica nos relata unos nativos adoctrinados por los Misioneros Agustinos, venidos de Aricagua. Y como su primer cura de almas, Fray Pedro de Mendoza. La evangelización tenía su más genuino acento, gracias a los distantes estragos del colonizador, el nativo sureño recibió en cambio al misionero convertido sin duda en su padre, maestro, hermano y compañero de camino. Con la mano en el crucifijo y con la predica en los labios, se hizo la espada de doble filo para mostrar lo desconocido: los misterios de la fe. Pero también en el látigo que reclama y se hace “voz de los que no la tienen”. Así se registra en la historia que en los primeros días del mes de Enero, del admirable 1813, cuando aún no había pisado Mérida el Brigadier Bolívar. En el suelo sureño no se conocía con detalles el inicio de su campaña admirable; pero en el corazón del cura del Morro, José Luis Ovalle pregonero de la Buena Noticia de todo este vasto territorio, se aguardaba un fuerte sentimiento de amor por la Patria; azotada y desvastada por los abusos de la Corona. Su profunda vocación sacerdotal le llevó a mantenerse fiel al cumplimiento de la misión del Mesías: “dar libertad a los cautivos”. Con su mayor arma: La Palabra Divina y el testimonio preclaro de un auténtico “Apóstol de Cristo”. En sus predicaciones penetraba hasta lo más profundo en las almas de sus fieles el sueño libertario. No tuvo investidura militar ni laureles militares, pero si relevante humildad franciscana, pasión por su pueblo, fidelidad a su Iglesia y compromiso por los más pobres. Como relámpago apocalíptico iluminó las almas nobles de sus creyentes campesinos. Su voz profética lo convirtió en el Juan Bautista que preparó el camino al Libertador. El ambiente es primaveral, el sol brilla en todo su esplendor, pero también corría la desoladora noticia de aguerridas tropas comandadas por el Contreras que se movían desde Bailadores por el sur merideño. Por la mente del Venerable Cura, quizá pasaron imágenes de muerte, oscuridad, tristeza y desolación. Pero su alma henchida de la fuerza divina hizo que aquel apóstol de la montaña, con acierto, entusiasmo y dispuesto a ganar la corona de gloria que no se marchita, con la valentía de ofrendar a la Patria hasta el sacrificio de su propia vida, logra reunir en los valles de Santa Bella a trescientos feligreses. Como la escena bíblica del pueblo caminante por el desierto, pequeño ante la grandeza del Faraón, pero grande por la mano provisoria y el brazo extendido del Señor. Así fueron estos fieles guiados por el heroico levita. El paso por esta aldea era obligado. Caminos del llano y del cerro, subida del cabestrero y arriero, de sueños y esperanzas. Tiempos después cuentan que pasó por allí la reina Urbina con sus codiciados tesoros. Era el día 30 de enero de 1813, antes de despuntar la aurora, el cura José Luís Ovalle invocó al cielo la Madre del Pilar bendijo sus ejércitos, impuso el santo escapulario que les sirvió de coraza, con los fusiles en mano y con un solo grito: ¡libertad! Irrumpieron en el silencio monacal de la montaña, una humarada de pólvora guerrera veían los vecinos del pueblo, quienes se unían a los patriotas venidos hasta de Acequias. eran un solo equipo bajo el mando firme del ministro del altar, pronto la mano del Señor de los ejércitos hizo posible la derrota a las funestas tropas realistas. Humilladas así no pudieron profanar el suelo sagrado de los tatuyes que ciento catorce días después pisaría el General libertador de los treinta años. El grito de libertad en la Campaña de Mucuchachí fue entonces el primer saludo de fúsiles victorioso que la provincia merideña anticipó al fresco los laureles del combate. El prócer de sotana tuvo la dicha de ser contado entre los heroicos patriotas que recibieron al libertador frente a la casa consistorial de Mérida. En sus ojos brillaba la ilusión de ver en persona aquel caraqueño de alma grande y brillante como el cielo de enero en las noches sureñas de su combate. Unas letras escritas en el reposo del alma, daban cuenta al Libertador de su hazaña y sus visiones de futuro auguraban un nuevo nacimiento para la América: la independencia de sus hijos. Documento que Bolívar envió el 26 de mayo de 1813, en carta dirigida al Presidente de la unión Camilo Torres que comenzaba con estas emocionadas frases: “Tengo el honor de incluir a vuestra excelencia la adjunta declaración que el presbítero José Luís Ovalle, cura del pueblo del Morro en esta provincia, ha dado sobre el estado de Venezuela. Vuestra excelencia verá que es el más favorable que puede presentar la fortuna: Monte-Verde prófugo: Cumaná en manos de mil feligreses; los pueblos en insurrección y las fuerzas Españolas en el ultimo grado de debilidad. O excelentísimo señor, quien no vuela a socorrer a nuestros hermanos que luchan por la libertad. Y cuál no será nuestro dolor si llegamos tarde, después de tantos sacrificios o si sucumben ellos por falta de nuestros auxilios.” Perenne testimonio de heroísmo y amor por la Patria de este cura de pueblo. Con el nombre de “la columna de piedra blanca” se recordará por siempre, en la colina de Santa Bella, este grito de libertad de nuestro suelo surmerideño.
* Cronista Oficial del Municipio Arzobispo Chacón.