martes, 18 de agosto de 2015

La Venezuela del cangrejo




Por Javier Núñez Leal 

Cuando un ciudadano deja de invertir tiempo de producción laboral para estar en una cola por un tiempo indeterminado, deja no sólo de producir para su futuro, el de su familia y la empresa en la que trabaja, sino también para el futuro de su país. Si no invertimos en nuestro futuro, ¿qué tendremos a corto, mediano o largo plazo? Indudablemente poco o nada, estamos destinados a la ruina como personas, pero también como país.
Nuestra realidad en Venezuela es que dedicamos horas enteras en días de semana, tiempo en el que pudiéramos estudiar o trabajar, es decir, producir conocimiento o dinero; para hacer colas en los comercios a ver qué encontramos el día que nos toca por nuestro terminal de cédula, dejando de lado lo realmente importante que es producir y el “tiempo perdido hasta los santos lo lloran”.
Los fines de semana, tiempo en el cual deberíamos compartir con la familia, amigos, esparcirnos, descansar, limpiar la casa, lavar la ropa o qué se yo; lo dedicamos al mismo fin: A hacer colas, incluso muchos somos los que salimos en “modo expedición”, un sábado o un domingo, a ver si por fin encontramos aquel producto que tenemos tiempo buscando. Desde luego nos armamos de brújula, mapa y lupa y no siempre se cuenta con la “suerte” de hallar el preciado objeto o producto.
Definitivamente podemos llegar a una conclusión que “el hombre nuevo”, ese del cual tanto nos hablaron y nos prometieron, ya lo tenemos entre nosotros. Sin darnos cuenta vivimos en el Socialismo del Siglo XXI, tenemos un país diferente, con hábitos diferentes, con rutinas diferentes, con tantas cosas diferentes. Ahora el tiempo que antes dedicábamos para la recreación o simplemente dormir, lo dedicamos a hacer colas en las afueras de un supermercado.
¿Recuerdan cuando proponían horarios de trabajo de seis horas diarias para que “el hombre nuevo” dedicara más tiempo a la familia? Ese horario laboral no fue aprobado con aquella reforma constitucional, pero ahora además de trabajar sus ocho horas, el venezolano dedica incontables horas a buscar comida, dedicando mucho menos tiempo a su familia y a su vida del que ya dedica.
A este paso, ¿Cuándo un joven recién graduado podrá adquirir su casa, su vehículo propio o cumplir sus sueños como formar familia, viajar o hacer un postgrado? No puedo entender cómo quién estuvo abajo, fue un ciudadano de a pie y ahora gobierna el país; viva en un mundo tan irreal y fantasioso como el “del hombre nuevo”.
Tan imaginario como el comercial del Banco de Venezuela, que invita a ahorrar cuando es imposible porque tenemos la inflación más alta del mundo. De ese tipo de fantasías se vive en la Venezuela del cangrejo que hoy tenemos, esa en la que estamos gastando lo más preciado que tenemos: NUESTRO TIEMPO, nuestra juventud, período en el que deberíamos invertir para tener una vejez tranquila, hoy lo malgastamos en una cola para comprar comida, un producto de primera necesidad, y de no encontrarlo podemos regresar tranquilos, total tenemos PATRIA.
¿Y qué es la patria? Recuerdo que el cantor dijo, “la patria es el hombre muchacho”, y si el muchacho no vale nada, porque no tiene conocimiento, trabajo, ni futuro, ni sueños; entonces mi querido amigo lector ¡LA PATRIA NO VALE UN CARAJO!
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