Pbro. Edduar Molina Escalona
Aquel muchacho recién graduado de médico tuvo entre sus primeros destinos el encantador pueblito de Chacantá, sembrado en la virginal montaña surmerideña en donde el tiempo pareciera haberse detenido, con sus paisajes primaverales, sus viejas calles testigas mudas de fiestas pueblerinas, apartados de todo acento modernista pero siempre adelantados a la sonrisa a flor de labios junto a unas manos abiertas de generosidad con todo visitante. Quizás a su llegada, su mente volaría a su inolvidable Humocaro Alto, donde transcurrió su infancia en un escenario tan semejante, que pudo dar reposo a su gran reto en medio de tanta lejanía. Su voluntad inquebrantable, su ilusión de servir, de dar un poco de lo que había aprendido, su peculiar sencillez y capacidad de hacer suyas las alegrías, esperanzas, tristezas y calamidades de sus pacientes, le dieron el título del “dotorcito buena gente”. Lo vimos a pie, o a caballo, bajo el sol o el fuerte aguacero, llevando consuelo y salud a quien se lo solicitara. En mis recuerdos de niño está la visita que aquel joven médico nos hacía a los escueleros, en la aldea Mucurandá donde mi madre-maestra lo recibía para las vacunas, la revisión y las charlas preventivas en bien de todos. Muchas de las vivencias de este novel de la medicina fueron las de un sureño más: la cotidianidad del campo que lleva a la contemplación de lo más profundo: la grandeza del alma; el hacerse uno con las necesidades y anhelos de su comunidad, el lograr entender que el sacerdote, el médico y el maestro son las primeras autoridades de estos pueblos, no por el título sino por la autoridad moral con la que enseñan. Así este médico se hizo uno más. En su alma muchas veces sintió la angustia por mejorar la atención integral de cada uno de estos pobres del Señor. El tiempo transcurrió y el muchacho “dotorcito de Chacantá”, continuó el camino del servicio y de lucha social, ahora con una encomienda más grave: dirigir los destinos del estado Mérida, hacer realidad el sueño del Libertador: “dar la mayor suma de felicidad posible”. Fiado en la voluntad de Dios emprende un gran reto: unir a todas los sectores en la infatigable tarea de seguir construyendo la Mérida preciosa, sin excluir a nadie, aprovechando el talento y las grandes potencialidades de un estado privilegiado por la mano del Creador.Cuenta con dos grandes fortalezas: La Iglesia, “madre y maestra de la Sierra”, semillero de los más preciados valores de fe y tradición; forjadora de comunidades de participación y comunión. Junto a la ilustre Universidad de los Andes, orgullo de profesionalismo y aquilatada trayectoria en la formación de generaciones de alta calidad y competencia en todos los campos de la sociedad. Seguros estamos que sabrá aprovechar estas manos amigas y abiertas al trabajo innovador para hacer más fecunda su misión.Los pueblos del sur, apartados de las grandes metrópolis, pero cercanos al corazón de su nuevo gobernador, sueñan y ponen sus esperanzas en esta nueva administración, las necesidades son apremiantes, las vías en deplorable abandono, se convierten en obstáculo primario para hacer llegar el desarrollo integral en el campo agrícola, pecuario, turístico, económico, social y cultural. En su primera visita al lar sureño, fue recibido por la natural cortesía y aprecio serranero. Llegó muy temprano al pueblo de Canaguá el día de los santos inocentes, para participar de la toma de posesión del alcalde reelecto, Carlos Andrés Chacón Mora. En sus palabras hubo compromiso, cercanía, valoración y visión de futuro con el sur de Mérida.Luego en Chacantá fue recibido por los que un día fueron sus pacientes, la alegría y algazara se confundían con aplausos y repiques de campanas, el reventar de la pólvora y las palabras de la reina de la feria, colmaron el corazón del mandatario que con notables muestras de emoción y entusiasmo agradeciendo mucho a su inolvidable pueblo. El acto central fue sin duda la santa misa en honor al Divino Niño patrono de Chacantá, en el marco del primer encuentro de los hijos de esta parroquia “capital cultural del Municipio”, en medio de la celebración el ilustre Consejo Municipal honró la honra de su visitante distinguiéndole como “hijo adoptivo de Chacantá”, merecimiento a sus años de servicio y entrega en estas apartadas montañas. En la impostergable lucha de consolidar el progreso sureño, estamos convencidos de la preocupación del Dr. Marcos Díaz Orellana, por esta tierra de la esperanza, sus años de convivencia entre nosotros sirvieron para vivir de cerca nuestros clamores y necesidades, nuestros sueños y sobre todos nuestras grandes potencialidades. Imploramos a nuestros patrones protectores el venerable Cristo de Aricagua, la Madre del Carmen y Santa Bárbara, le iluminen y acompañen en la ardua tarea de hacer florecer en los pueblos del sur el sueño de muchos años: mejoramiento de vialidad, dotación de nuevas tecnologías, calidad en su infraestructura, pero sobre todo el desarrollo educativo y cultural de los sureños, con escuelas técnicas que posibiliten a las nuevas generaciones asumir las riendas de nuestras comunidades.
* Cronista Oficial del Municipio Arzobispo Chacón.
cronistacanagua@hotmail.com
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