Reflexión filosófica basada en la
obra La Consolación de la Filosofía de Boecio
Para la historia del pensamiento filosófico, Boecio es
considerado como el personaje de transición entre la filosofía patrística y
escolástica. Boecio Nace en Roma en el año 480 aproximadamente. Es una figura
importante en la Roma de entonces y gracias a su amistad con Teodorico I llega
a ser cónsul. Un gran estudioso, traduce algunos escritos de Platón y de Aristóteles
incluyendo comentarios a dichos escritos. En el año 524 es ajusticiado y puesto
en prisión en Pavía injustamente. Es allí donde aprovecha y escribe su más
célebre obra: La Consolación de la Filosofía, una pequeña teodicea, un
interesante libro donde se desarrolla un diálogo sobre temas éticos y
metafísicos entre el autor y su nodriza la Filosofía quien le da el consuelo y
sentido a su vida en medio de la desesperación. Cabe resaltar que Boecio es un
filósofo ecléctico pues en su obra podemos encontrar reflejado aspectos del
pensamiento platónico, aristotélico y estoico. Así pues, el autor siguiendo a
Aristóteles, expone una filosofía teleológica, es decir, encamina al hombre
hacia la consecución de un único fin: la felicidad. Pero ¿Qué entiende Boecio
por felicidad? ¿Encontrará el hombre la felicidad en las pasiones y la fortuna?
¿Dónde radica la verdadera felicidad?
Dice La Consolación de la Filosofía que las
estériles pasiones “ahogan
la cosecha fecunda de la razón; son ellas las que adormecen a la humana
inteligencia en el mal, en vez de libertarla” (Boecio, I, prosa 1,9). Las
pasiones disfrazan el placer con la felicidad, por eso el hombre al estar
sumergido en ellas, no quiere salir porque esto le produce en cierto modo
tranquilidad, pero aquello que para el hombre pareciera “felicidad”, no es
duradero, pues llega el momento en que cae en la desesperación, por lo tanto la
felicidad, según Boecio, nunca será el placer.
“Si trepidas por el miedo o vacilas por una esperanza, ya has perdido tu
firmeza, has vendido tu independencia, has abandonado tu escudo” (Boecio, I,
metro 4). Con el miedo el hombre no podrá nunca conseguir su fin: la felicidad,
pues éste hace que comience a tambalear en la toma de decisiones y, si ya está
sumergido en los placeres mundanos, con miedo, nunca podrá salir de esa
situación. Este sumergimiento en los placeres y la fortuna hacen que el hombre
se olvide hasta de sí mismo: “Otra causa de tu mal es que tú no sabes quién
eres (…) te ha cegado el olvido de ti mismo” (Boecio, I, prosa 6, 17-18).
Ahora bien, si los placeres no
dan la verdadera felicidad, entonces ¿será la fortuna?, ciertamente que no. La
obra presenta a un hombre que se siente en la peor desgracia porque ha perdido
su posición social y económica al ser encarcelado, es un hombre apegado a los
bienes materiales y al dinero: “lo que te apesara es el haber perdido tu antigua posición, a la que con
vehemencia desearías volver. Es ese cambio de la fortuna lo que destroza tu
alma” (Boecio, II, prosa 1,2). Este es un prototipo aplicable
a muchísimas personas, por ello, la fortuna también se nos presenta como una
máscara de la felicidad.
“Las riquezas no pueden saciar ni extinguir la
avaricia” (Boecio, II, prosa 6, 18). El hombre por la fortuna comienza a sentir
esa supuesta felicidad, pero cuanto más tiene, más exigente se muestra
hasta que llega un momento en que ya la fortuna no le satisface: “nadie está
contento con su suerte; en todos los estados y condiciones hay algo que apetece
a quien no lo conoce, y que, después de probado, causa hastío” (Boecio, II,
prosa 4, 15). El verdadero sabio no confía en la fortuna ni en sus bienes ficticios, no
pone en los bienes exteriores su afición y se da cuenta, en el momento en que
los posee, de que su valor no puede provenir más que del sentido humano y moral
con que de ellos use.
Por lo tanto la verdadera felicidad, según la obra La
Consolación de la Filosofía radica en nosotros mismos, no en posesiones
externas. “¿Por qué, pues, ¡oh mortales!, buscáis fuera la felicidad que está
dentro de vosotros?” (Boecio, II, prosa 4, 22), aquí Boecio es fiel a la
doctrina de San Agustín y su teoría de la interioridad como un principio de
conocimiento superior en donde el hombre desde su interior encuentra la verdad
porque allí está presente esta verdad que nos lleva a conocernos a nosotros
mismos, como también a Dios y por ende llegar a la felicidad, por esto, nos
dice en un pasaje de La Verdadera Religión: “No busques fuera de ti (…);
entra en ti mismo; la verdad se encuentra en el interior del alma humana; y si
hallas que tu naturaleza es mudable, trasciéndete también a ti mismo” (San
Agustín, IXL, 72). Para Boecio el fundamento de la felicidad verdadera
está en saber ser dueño de sí mismo, este es un bien “que nunca querrás perder
y que la fortuna jamás te podrá arrebatar” (Boecio, II, prosa 4, 22), el hombre
que ha comprendido esto, ya no abocará su corazón a los bienes que están fuera
de él, sino que apreciará sus propios bienes intrínsecos. Sin
embargo, no basta buscar la verdad y la virtud en uno mismo, sino que es
preciso salir de sí en busca del origen y fin de ellas, que es Dios, el Bien
universal y supremo. Dios gobierna y dirige las cosas al bien. Si buscas la felicidad, buscas el Bien supremo que
nadie puede arrebatarte, porque si lo arrebatara ya no sería bien supremo sino
inferior, por lo tanto la fortuna nunca podrá hacer suya la felicidad.
Boecio identifica el Bien supremo con Dios. Estos dos, son una misma
cosa. Dios es el único Bien al cual todo hombre debe fijar su mirada: “Dios,
ser soberano, posee en sí mismo el Bien sumo y perfecto; pero como la felicidad
está en el Bien sumo, resulta necesariamente que la felicidad reside en Dios
soberano” (Boecio, III, prosa 10, 10). Como Dios y la felicidad son el sumo
Bien, la felicidad se identifica con la divinidad, luego lo que hace feliz al
hombre es conseguir la divinidad. La felicidad
del hombre se conseguirá participando de la felicidad divina.
Sem. Emerson Mora Mora
@MoraEmerson
No hay comentarios:
Publicar un comentario
todos ustedes queridos lectores podran hacer sus comentarios y criticas constuctivas