Por: Francisco González Cruz
"No
hay viento favorable para un barco que no sabe a donde va" decía Séneca
hace tres mil años. Mario Briceño Iragorry escribió que "Ir a la
buena de Dios es generalmente ir a mala del diablo". Esa sentencia se
aplica a toda persona, organización o lugar. La improvisación no conduce a
ninguna parte sino a la rutina, a la molicie o a pasar como si fuera posible que
no pasara nada, cuando todo de mueve, como diría Heráclito de Éfeso quinientos
años antes de Cristo.
Por
ello desde los pueblos antiguos se planifica, es decir, se trazan objetivos y
trayectorias para lograrlos, se formulan y se ejecutan proyectos, se valúan sus
resultados para tomar las correcciones necesarias. Los primitivos habitantes
Cuicas no tenían expertos en planificación pero planificaban. Sus aldeas
estaban construidas en los lugares más seguros, cerca del agua sin metérsele a
las vegas para que no se les inundaran. Construían andenes o catafós (de
allí viene el nombre de los Andes) para prevenir la erosión y los derrumbes,
guardaban el agua en "quimpues", almacenaban el maíz en
"mintoyes" para los tiempos sin cosecha. En el sigilo XVI cuando
llegaron los españoles traían un plan definido y para las fundación de sus
ciudades contaban con instrucciones precisas de organización urbanística: donde
iría la plaza mayor, la sede gobierno local, la iglesia, como trazar las
calles, etc. Durante la colonia y luego en la etapa republicana nuestras
ciudades crecían bajo un orden establecido.
La
planificación empezó a trastornarse con el crecimiento desmedido de la
población urbana que desbordó toda previsión, pero también porque muchos
gobiernos tomaron los caminos de la improvisación. Los que mantuvieron la
disciplina exhiben sus ciudades organizadas. Los que no sufren las
consecuencias: pueblos con ríos cercanos pero acueductos secos; días y noches
sin energía eléctrica; calles congestionadas; basura por todos lados; aguas
contaminadas; desempleo y pobreza; inseguridad; deterioro de los espacios
públicos y cientos de problemas más.
Hace
poco, luego de un año de gobierno, el Alcalde de Valera tomó la decisión de
crear una comisión para elaborar el plan de desarrollo municipal y el de
ordenación urbanística de la ciudad, además de los planes especiales
pertinentes. Tengo el honor de representar a la UVM allí y siento que en la
mayoría de sus integrantes existe un vivo sentimiento de participación. Por
ello hago votos que esta larga historia de improvisación tenga su fin, aun en
este escenario de crisis que vive nuestro país. Que cierta racionalidad se
introduzca en nuestra ciudad para que no se nos termine de deteriorar y, antes
por el contrario, tome nuevas energías y se lance a ser una ciudad exitosa.
Se
trata de poner en blanco y negro las potencialidades de Valera y sus problemas,
de ver sus oportunidades, de plantearse una visión desafiante que sea capaz de
entusiasmar a esta ciudad para que reaccione, trazar las líneas estratégicas e
identificar unos cuantos proyectos significativos que puedan estar listos
dentro de cinco años. Para comprometer a los gobernantes y a los ciudadanos en
recorrer esa trayectoria disciplinadamente. A ver si cuando la ciudad cumpla
sus doscientos años tenga rumbo y sepa aprovechar los vientos favorables que ya
seguramente soplarán.
Mayo/2015
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