Por Javier Núñez Leal
Cuando un ciudadano deja de invertir tiempo
de producción laboral para estar en una cola por un tiempo indeterminado, deja
no sólo de producir para su futuro, el de su familia y la empresa en la que
trabaja, sino también para el futuro de su país. Si no invertimos en nuestro
futuro, ¿qué tendremos a corto, mediano o largo plazo? Indudablemente poco o
nada, estamos destinados a la ruina como personas, pero también como país.
Nuestra realidad en Venezuela es que dedicamos horas enteras en días de
semana, tiempo en el que pudiéramos estudiar o trabajar, es decir, producir
conocimiento o dinero; para hacer colas en los comercios a ver qué encontramos
el día que nos toca por nuestro terminal de cédula, dejando de lado lo
realmente importante que es producir y el “tiempo perdido hasta los santos lo
lloran”.
Los fines de semana, tiempo en el cual
deberíamos compartir con la familia, amigos, esparcirnos, descansar, limpiar la
casa, lavar la ropa o qué se yo; lo dedicamos al mismo fin: A hacer colas,
incluso muchos somos los que salimos en “modo expedición”, un sábado o un
domingo, a ver si por fin encontramos aquel producto que tenemos tiempo
buscando. Desde luego nos armamos de brújula, mapa y lupa y no siempre se
cuenta con la “suerte” de hallar el preciado objeto o producto.
Definitivamente podemos llegar a una
conclusión que “el hombre nuevo”, ese del cual tanto nos hablaron y nos
prometieron, ya lo tenemos entre nosotros. Sin darnos cuenta vivimos en el Socialismo
del Siglo XXI,
tenemos un país diferente, con hábitos diferentes, con rutinas diferentes, con tantas
cosas diferentes. Ahora el tiempo que antes dedicábamos para la recreación o
simplemente dormir, lo dedicamos a hacer colas en las afueras de un
supermercado.
¿Recuerdan cuando proponían horarios de
trabajo de seis horas diarias para que “el hombre nuevo” dedicara más tiempo a
la familia? Ese horario laboral no fue aprobado con aquella reforma
constitucional, pero ahora además de trabajar sus ocho horas, el venezolano
dedica incontables horas a buscar comida, dedicando mucho menos tiempo a su
familia y a su vida del que ya dedica.
A este paso, ¿Cuándo un joven recién graduado
podrá adquirir su casa, su vehículo propio o cumplir sus sueños como formar
familia, viajar o hacer un postgrado? No puedo entender cómo quién estuvo
abajo, fue un ciudadano de a pie y ahora gobierna el país; viva en un mundo tan
irreal y fantasioso como el “del hombre nuevo”.
Tan imaginario como el comercial del Banco de
Venezuela, que invita a ahorrar cuando es imposible porque tenemos la inflación
más alta del mundo. De ese tipo de fantasías se vive en la Venezuela del cangrejo que hoy tenemos, esa en la que estamos
gastando lo más preciado que tenemos: NUESTRO
TIEMPO, nuestra juventud,
período en el que deberíamos invertir para tener una vejez tranquila, hoy lo
malgastamos en una cola para comprar comida, un producto de primera necesidad,
y de no encontrarlo podemos regresar tranquilos, total tenemos PATRIA.
¿Y qué es la patria? Recuerdo que el cantor
dijo, “la patria es el hombre muchacho”, y si el muchacho no vale nada, porque
no tiene conocimiento, trabajo, ni futuro, ni sueños; entonces mi querido amigo
lector ¡LA PATRIA NO VALE UN CARAJO!
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